La Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) es una entidad federal independiente de los Estados Unidos, nacida en respuesta al colapso financiero del Crack del 29. Su creación, derivada de la Ley Glass-Steagall de 1933, buscaba restablecer la confianza pública en el sistema bancario al asegurar a los depositantes que su dinero estaría protegido en caso de que un banco cerrara.
La FDIC actúa como una red de seguridad cuando los bancos fallan, pero su alcance tiene limitaciones. Aunque garantiza hasta 100.000 dólares por depositante en bancos comerciales, este respaldo, que antaño infundía confianza, ahora parece una medida insuficiente frente a los desafíos que enfrenta el sistema financiero actual.
Los gráficos más recientes pintan un panorama sombrío: las pérdidas no realizadas en las instituciones aseguradas por la FDIC superan por mucho las de la crisis de 2008, lo que sugiere que los problemas estructurales de fondo no solo persisten, sino que se han intensificado.
Estos datos deberían ser una alerta roja para quienes aún confían ciegamente en la estabilidad del sistema. No estamos simplemente ante una desaceleración o una posible recesión; lo que estamos viendo es un eco de lo ocurrido en 2007-2008, pero en una escala mucho más alarmante y potencialmente más destructiva.
A la luz de estos hechos, ¿Cómo interpretar las declaraciones optimistas de Janet Yellen, secretaria del Tesoro, que insiste en que la economía estadounidense está "sana"?
Afirma que la reciente caída en los datos laborales refleja un "aterrizaje suave" y no un indicio de recesión.
¿Será que estas declaraciones subestiman una realidad económica más frágil de lo que se quiere admitir?