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Álvaro Basagoiti

Alemania, no le eches la culpa a Trump.

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El modelo económico alemán, en jaque

Durante décadas, Alemania ha sido vista como el motor industrial de Europa. Su economía se ha apoyado en una potente capacidad exportadora, basada en dos elementos clave: acceso a energía barata (principalmente gas natural ruso) y una cadena de suministro eficiente con mano de obra asequible procedente del este de Europa.

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Este modelo, sin embargo, está entrando en crisis.

Un cambio energético costoso y poco eficiente Con el giro hacia un modelo energético más “verde”, Alemania ha abandonado su dependencia del gas ruso sin tener una alternativa estable y competitiva. El resultado ha sido un incremento en los costes energéticos, que ha afectado directamente a la competitividad de su industria.

Muchas empresas han optado por deslocalizarse. Otras, simplemente, cierran o dependen de rescates financiados por el Estado para sobrevivir.

Deuda pública sin límites y política fiscal agresiva

En medio de esta situación, el nuevo canciller alemán ha impulsado cambios constitucionales que permiten al país endeudarse sin restricciones claras. El plan incluye un paquete de estímulo militar de más de 800.000 millones de euros, lo que coincide con un contexto de inflación elevada y una apreciación del euro que perjudica aún más a las exportaciones.

Aranceles, tasas verdes y más presión sobre el comercio exterior

Alemania también ha propuesto la imposición de nuevos aranceles —incluyendo “tasas verdes”— que afectarían incluso a productos provenientes de Estados Unidos, en un momento de creciente tensión comercial global.

¿Y el papel de Trump?

Aunque los aranceles impuestos por la administración Trump iniciaron una nueva etapa de proteccionismo, atribuirle exclusivamente la culpa del deterioro económico alemán es una visión simplista. Las decisiones internas, especialmente en materia energética y fiscal, han tenido un impacto directo y profundo.

España: el daño colateral inevitable

Para países como España, sin el peso económico de Alemania, los efectos llegan con cierto retraso, pero terminan sintiéndose. La interdependencia en la Unión Europea garantiza que cualquier sacudida en la locomotora alemana repercuta en el resto.

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