La zona euro se enfrenta a una nueva crisis de deuda sin las herramientas suficientes y con una crisis de confianza planeando sobre el Banco Central Europeo.
La crisis post Covid nos ha dejado claro que el Banco Central Europeo ya no es únicamente una institución monetaria, se ha convertido en una herramienta política de última instancia para países con problemas fiscales.
Y resulta paradójico, ya que, a diferencia de la Reserva Federal, el único mandato del BCE es la estabilidad del euro, es decir, el control de la inflación. Es tan diligente en su trabajo, que con las lecturas de IPC más altas de la historia en la zona euro, cercanas al 9 por ciento, parece más preocupado de amiguismos políticos y del control de las primas de riesgo, que de la estabilización de la inflación. Sus estatutos se han convertido en una patraña.
No nos debe extrañar nada que la confianza en el BCE se esté desplomando. El whatever it takes de Mario Draghi en 2012 fue el principio del fin. El que fuera presidente del Banco Central abrió la puerta de la irresponsabilidad fiscal sin castigo a los países periféricos. A grandes rasgos, el mensaje fue el siguiente, no pasa nada porque te apalanques, que nosotros nos encargaremos de mantener los tipos bajos para que el coste de la deuda no sea problemático. Nació el QE europeo.
Por aquel entonces, España tenía una prima de riesgo de 700 puntos básicos y una exigencia de pago de su bono a 10 años difícil de asumir. Portugal, Italia e Irlanda estaban en situaciones similares. Y qué decir de Grecia…
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