Emiratos Árabes Unidos ha decidido invertir en una parte del territorio egipcio, un movimiento que algunos medios han descrito como una 'venta'. Aunque Egipto no ha cedido su soberanía, este modelo de inversión podría repetirse debido a los graves problemas económicos que enfrenta el país.
Egipto está al borde de la quiebra. La pandemia afectó gravemente al turismo, y la guerra en Ucrania ha incrementado el costo del trigo, un producto que Egipto, antiguamente el granero del Imperio Romano, ahora debe importar. Además, la inestabilidad en Gaza, que comparte frontera con Egipto, añade más incertidumbre.
El gobierno de Abdel Fattah el-Sisi ha optado por endeudarse en megaproyectos como la construcción de una nueva capital para descongestionar El Cairo, con un costo de 58 mil millones de dólares, y una red de 4400 kilómetros de carreteras. Sin embargo, la deuda externa se ha cuadruplicado, alcanzando más de 164 mil millones de dólares. A pesar de esto, proyectos como la ampliación del Canal de Suez han sido considerados exitosos.
La libra egipcia ha perdido más de la mitad de su valor frente al euro entre 2019 y 2024, a pesar de la ayuda de países árabes como Arabia Saudí. En este contexto, surge el proyecto de Ras Al Hekma.
En febrero, Egipto anunció que el fondo soberano ADQ de Abu Dhabi invertiría 15 mil millones de dólares en una semana y 20 mil millones más en los dos años siguientes. De estos, 11 mil millones se convertirían en libras egipcias. Egipto retendrá un 35% del proyecto, que podría atraer hasta 150 mil millones de dólares en inversiones.
Ras Al Hekma es una 'ciudad de nueva generación' en una península triangular en la costa mediterránea, a unos 200 kilómetros de Alejandría. La ciudad incluirá un puerto, aeropuerto, centros de turismo y negocios, industria ligera y universidades. Se espera que atraiga inversiones y divisas, y que esté sujeta a una legislación especial, probablemente dictada por los emiratíes.
Para Emiratos Árabes Unidos, este proyecto compite con el proyecto NEOM de Arabia Saudí y expande su influencia en la región, replicando el modelo exitoso de Dubái. Sin embargo, muchos egipcios están descontentos, recordando la cesión de las islas de Tirán y Sanafir a Arabia Saudí en 2016. Además, las fuerzas navales emiratíes podrán usar el puerto que se construirá, y la población local no está contenta con la expropiación de tierras.
A pesar de las críticas, este acuerdo podría ser beneficioso para Egipto, permitiendo al país evitar una crisis económica y mantener el régimen de El-Sisi. El éxito del proyecto ha llevado a buscar iniciativas similares en el Sinaí, en la costa del Mar Rojo.
En el siglo XXI, es posible que veamos más proyectos de este tipo, con estados endeudados y nuevos ricos buscando expandir su influencia económica y política más allá de sus fronteras.