Los mercados de deuda pública enfrentan una sacudida sin precedentes.
Este lunes, el índice de liquidez de bonos gubernamentales de Bloomberg alcanzó un récord alarmante de 6.5 puntos, el nivel más alto desde que existen registros.
En este indicador, un número más alto representa una menor capacidad para negociar bonos sin mover agresivamente los precios. Traducido: la liquidez está evaporándose.
Lo preocupante no es solo el número en sí, sino la velocidad del deterioro. En cuestión de meses, el índice ha duplicado su nivel, reflejo directo del aumento masivo en la emisión de deuda por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Japón.
Ambas economías, en un intento por sostener el crecimiento y financiar ambiciosos programas de gasto, están inundando los mercados con bonos… pero los compradores están empezando a escasear.
Este desajuste entre oferta y demanda ha llevado a un ajuste doloroso en los precios.
En Japón, el rendimiento del bono a 30 años —habitualmente un refugio de estabilidad— subió al 3.15%, apenas por debajo de su máximo histórico desde que fue introducido en 1999. En Estados Unidos, el Treasury a 30 años coquetea con el umbral del 5.00%, un nivel que no se veía desde mayo y que sugiere tensiones crecientes en el extremo largo de la curva.
Para ponerlo en perspectiva: el mercado está ahora menos líquido que durante la crisis financiera de 2008, cuando colapsos bancarios y pánico sistémico congelaron los flujos en todos los activos.
¿Qué está pasando? Varios factores confluyen:
Gasto fiscal agresivo: Tanto Washington como Tokio han elevado sus déficits presupuestarios, forzando al mercado a absorber volúmenes récord de deuda.
Política monetaria restrictiva: Aunque algunos bancos centrales han pausado las subidas de tasas, las condiciones financieras siguen siendo estrictas, reduciendo el apetito por duración.
Desconfianza estructural: Inversionistas están exigiendo mayores primas por riesgo ante la percepción de que los niveles de deuda pública ya no son sostenibles en el largo plazo.
La señal es clara: el mercado está enviando un mensaje a los gobiernos. No pueden depender indefinidamente de la “barra libre” del endeudamiento sin consecuencias. La pérdida de liquidez es un síntoma de algo más profundo: una erosión en la confianza y una menor disposición a financiar déficits crecientes sin un mayor rendimiento a cambio.
Los bonos, tradicionalmente considerados el activo más seguro y líquido, están dejando de serlo. Y cuando el mercado de bonos tiembla, todo el sistema financiero siente la sacudida.
Atención inversores: los bonos ya no son aburridos. Están al centro de la tormenta.