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Álvaro Basagoiti7 de octubre de 2025

Por qué el miedo a perderse la IA supera la lógica humana

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El veterano inversor Paul Tudor Jones ha resonado la campana de alarma, pero ¿quién le escucha en el casino de hoy?

El mercado de valores ha entrado en un estado de euforia que no veíamos desde 1999, una época definida por la convicción colectiva de que las reglas de la gravedad económica se habían suspendido. El patrón es idéntico: déficits fiscales récord, una Reserva Federal que mantiene una mano suave sobre el timón y, la clave de bóveda, valoraciones tecnológicas que han abandonado el planeta Tierra.

La Anatomía de una Manía: El Círculo Vicioso de la Cripto-IA

La actual fiebre del oro no se centra en una idea, sino en un chip, y la cadena de valor que se ha desplegado es un baile de espejos tan asombroso que es casi hipnótico. La seducción de la riqueza fácil ha cegado a los inversores ante el elemento más básico de los negocios: la ejecución.

Observemos la cadena de eventos que ha generado cientos de miles de millones en valor de papel sin mover una sola pala:

La Chispa de la Promesa: OpenAI lanza su plan con Oracle para centros de datos por 300.000 millones de dólares.

El Efecto Dominó: Las acciones de Oracle se disparan un 40%, creando riqueza en papel de la noche a la mañana e impulsando a su fundador octogenario a ser el hombre más rico del mundo. La humanidad ama estas historias de éxito súbito.

El Intercambio de Cheques: El dinero no sale de un producto, sino de la expectativa. Oracle compra a Nvidia, y esta última reinvierte 30.000 millones de dólares en OpenAI. Es un flujo de capital que se auto-certifica. La Deuda Especulativa del Futuro: La euforia se contagia. OpenAI pacta 6 gigavatios de GPUs de AMD y derechos sobre 160 millones de sus acciones. El resultado es el mismo: un aumento del 35% para AMD en el pre-market.

El absurdo financiero es total: Cientos de miles de millones de dólares en capitalización de mercado se han materializado antes de que se entregue el primer chip o se construya el primer edificio.

La Lección Humana que Siempre Olvidamos

Este frenesí es idéntico al de 1999: la urgencia irracional de "no quedarse fuera" (FOMO) anula toda racionalidad financiera. La tecnología ha cambiado, ahora se trata de silicio y modelos de lenguaje, pero la psicología del inversor es la misma: la creencia mágica de que esta vez, es diferente.

El mercado ha entrado en un coma de la racionalidad, ignorando la advertencia de Jones sobre los déficits y la permisividad de la Fed, que solo añade combustible de baja calidad al fuego.

La historia de las burbujas nos enseña que este baile circular de la promesa y el dinero en papel siempre tiene el mismo final dramático. El escenario ya está listo, y cuando la euforia ceda su lugar a la dura realidad de la entrega y la rentabilidad, el coste lo pagarán quienes se dejaron seducir por el espejismo de la riqueza instantánea.

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