Recientemente, Bill Gates ha hecho una predicción que ha generado bastante debate: en un futuro cercano, podríamos trabajar solo dos días a la semana, ya que la inteligencia artificial (IA) podría asumir la mayoría de las tareas laborales en apenas una década.
Este tipo de visión no es completamente nueva. Ya en 1930, el economista John Maynard Keynes planteaba en su ensayo "Las posibilidades económicas de nuestros nietos" que, para 2030, la humanidad podría disfrutar de una jornada laboral de apenas 15 horas semanales, gracias al progreso tecnológico. Sin embargo, esa predicción aún no se ha hecho realidad.
De hecho, en el mundo actual —incluso en 2025—, seguimos viendo una alta demanda de mano de obra, especialmente en países desarrollados.
¿Por qué no hemos reducido significativamente nuestras horas de trabajo?
Una de las razones es que, en un sistema capitalista, el crecimiento constante de la productividad y la expansión económica suelen generar más trabajo, no menos. Esta observación no es una crítica, sino una descripción del funcionamiento económico actual.
Lo que cambia con la IA y la robótica es que ya no hablamos solo de herramientas que ayudan a las personas a ser más productivas. Ahora nos enfrentamos a tecnologías capaces de reemplazar por completo a los seres humanos en muchas tareas. Por primera vez, nos acercamos a una situación en la que casi cualquier actividad podría ser realizada de forma más eficiente, rápida y precisa por máquinas inteligentes.
En este contexto, la idea de Keynes podría hacerse realidad, pero no porque trabajemos menos voluntariamente, sino porque no seamos necesarios para ciertas funciones laborales. Eso nos lleva a una serie de preguntas importantes:
Si los robots hacen el trabajo, ¿Cómo financiaremos los servicios públicos, como la educación o la sanidad?
¿Cómo se distribuirá la riqueza en un mundo donde muchas personas ya no trabajen?
¿Qué haremos con nuestro tiempo libre, si ya no necesitamos trabajar para vivir?
Estas cuestiones no tienen respuestas simples, pero deben empezar a discutirse ahora. La tecnología abre la puerta a una vida con más tiempo libre y menos obligaciones laborales, pero también exige que repensemos profundamente cómo organizamos la economía y la sociedad.
En resumen, tenemos las herramientas para construir un futuro mejor.
Pero ese futuro no llegará solo: depende de nosotros debatir, decidir y actuar para que ese mundo más justo y equilibrado sea posible.