Muchos inversores particulares tienden a enfocarse únicamente en la rentabilidad cuando se adentran en los mercados bursátiles.
Sin embargo, rara vez se detienen a considerar el riesgo, que es una parte inseparable de la ecuación de inversión.
Y no es un único riesgo: hay varios factores a tener en cuenta.
Por ejemplo, si tu portafolio está formado solo por acciones de TESLA, podrías haber obtenido un retorno del 94 % en el último año. Pero esa ganancia viene acompañada de una alta volatilidad, superior al 60 %.
En este caso, tu exposición está totalmente ligada a las decisiones de Elon Musk y al futuro del coche eléctrico. Si cualquiera de estos elementos falla, el valor de tu cartera puede desplomarse.
Supongamos ahora que invertiste en las llamadas "7 magníficas". Habrías ganado un 26 % en el año, pero con una volatilidad cercana al 50 %.
Aunque hay mayor diversificación que en el caso de una sola empresa, el peso individual de cada compañía sigue siendo elevado, lo que implica riesgos considerables si una de ellas sufre un revés.
Este tipo de riesgo, conocido como específico o idiosincrático, puede reducirse significativamente al ampliar la cantidad de empresas en la cartera —idealmente entre 20 y 25— y reduciendo el peso individual de cada una. Además, incorporar distintos sectores y regiones ayuda a fortalecer la diversificación.
Así llegamos a la idea de una cartera verdaderamente global. Si hubieras invertido en un índice como el MSCI World, la rentabilidad del último año en dólares rondaría el 5 %, con una volatilidad del 17 %.
El peor retroceso (drawdown) habría sido del 20 %, frente al 15 % de una cartera centrada en las 7 grandes tecnológicas.
La diferencia clave es que en un índice global, el riesgo específico desaparece casi por completo. Esto no solo se debe a la inclusión de unas 1.500 empresas de 23 países y múltiples sectores, sino también a la menor correlación entre los activos, lo que contribuye a estabilizar la volatilidad general.
Superar puntualmente la rentabilidad de un índice global es posible. Lo verdaderamente difícil es lograr, de forma constante, una rentabilidad superior ajustada al riesgo.
La mayoría de quienes lo intentan terminan rezagados.
Cuando diseñes tu cartera, hazlo siempre con el riesgo en mente. Esta perspectiva te permitirá comprender mejor los movimientos del mercado y evitar errores comunes.