
El mundo asiste al ocaso del sistema tal y como lo conocíamos. Déficits en expansión, deudas crecientes y bancos centrales dispuestos a imprimir cuanto sea necesario para financiar la nueva carrera tecnológica: la inteligencia artificial.
Ya no estamos ante un simple mercado alcista. Estamos frente a una reconfiguración estructural del sistema financiero global.

El oro cotizando a 4.200 dólares por onza no es una casualidad; es el reflejo de un profundo reajuste macroeconómico.
Ni el oro ni la plata se están fortaleciendo por mérito propio. Lo que realmente está ocurriendo es que las monedas fiduciarias están perdiendo poder adquisitivo.
Cuando todos los activos —bolsas, metales preciosos, criptomonedas— alcanzan máximos históricos simultáneamente, el fenómeno deja de ser un rally de mercado.
Es, en cambio, una transición de era: el paso hacia un nuevo paradigma monetario y financiero a escala global.
La pérdida de confianza en el sistema de dinero-deuda es imparable, y estamos viendo el cambio en la pura actualidad.